Clamor del cuerpo

La práctica tiene como propósito estudiar la mente con el cuerpo y estudiar el cuerpo con la mente

La práctica nos permite volver a sentir lo que pasa en ese cuerpo que pasamos olvidando;

volver a sentirlo
volver a comunicarnos con él
cada vez con mayor sutileza, detalle, y habilidad

En la continua distracción de perseguir fantasías hemos ido olvidando sentir lo que instante tras instante, experiencia tras experiencia, sentir tras sentir, pensar tras pensar, pasa en el cuerpo.

La repetición consistente (e inconciente) de ese solo acto de "salirse del cuerpo" para ir y habitar el sin-sentido de la turbulencia mental nos ha ido desconectando de él al punto en que ya no oímos sus mensajes (e incluso gritos).

Cada vez que "nos salimos del cuerpo" para ir tras espejismos que juzgamos deseables o para ir y deshacernos de lo que juzgamos indeseable, el cuerpo nos avisa.

Nos está gritando: "ey! vuelve!"… "es mentira!", "es un encantamiento!"

Pero el cuerpo no habla en lenguas.
El cuerpo habla en sensaciones.

La única manera que tiene de advertirnos es provocando tensiones aquí y allá, alborotado, desesperado porque le escuchemos. O a veces, cuando nos hemos alejado casi imperceptiblemente, el cuerpo nos susurra con tensiones leves.

Y sin embargo, hemos olvidado tanto su voz, que aunque nos susurre, nos hable y nos grite, no le oímos. No le oímos como hipnotizados por talismanes espectrales, como esos móviles colgantes para los bebés, pero sin sustancia alguna.  Terminamos por oírlo generalmente cuando ya de tanto gritar, se estresa o se enferma.

La práctica consiste en volver constantemente al cuerpo. Volver a oírlo. Oír su voz, y volver a habitarlo.

Y cuando la mente vuelve al cuerpo — para que éste se calme — también debe hablarle y decirle: "tranquilo, rompí el hechizo, volví".

Pero el cuerpo, así como no habla en lenguas, tampoco las entiende.
La mente debe hablarle en su idioma: en sensaciones.
Y en sensaciones, "tranquilo... volví" se traduce en una sensación expansiva de serena alegría. Esa es la señal que el cuerpo entiende. Su clamor se disuelve, y acaba por tranquilizarse.

La mente entonces le sonríe al cuerpo, y el cuerpo le sonríe a la mente.

Eso es "volver en sí".

"Volver en sí" es la práctica.

"Práctica" es la repetición consistente y perseverante de un acto. En este caso, el acto de volver en sí.

Y entonces, gradualmente, la relación entre ambos vuelve a crecer. Se oyen con facilidad nuevamente. Se escuchan mutuamente hasta los más leves susurros. Se van conociendo. Se sonríen.

Juntos, vencen todo embrujo.








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