ajetreos olvidables

<"Hay cientos de millones de personas en el mundo conectados a las redes y sus vidas se pierden en ajetreos olvidables">
 

Medios y espectáculos ofrecen refugio y paliativo a infinidad de vidas dañadas, aunque la consecuencia de acostumbrarse a ellos es fomentar el hábito de ocuparse de las cosas no ocupándose de lo que es importante, es decir llevando adelante vidas que quizás se preferiría no repetir en una eventual reencarnación. Encontrar virtud en la adquisición de confort y el consumo de espectáculos es lo propio de una subjetividad asediada y adictiva, para la cual el domicilio funciona a modo de estuche protector.

En el hogar, la tecnología es puerta de acceso al esparcimiento y promesa de inmunización contra el dolor, la soledad o el aburrimiento, y los medios de comunicación colaboran con ello en su rol de apaciguadores o de excitantes, según se mire, pero sobre todo por cumplir funciones de consuelo que alguna vez estuvieron a cargo de capillas, santuarios y templos.

La historia de las ciudades es también la de sus recintos ceremoniales. Al igual que sucedía en otros tiempos con las imágenes religiosas, los espectáculos intentan hoy mantener entre bambalinas una revelación acongojante: que estamos forzados a convivir para siempre con realidades desagradables y con instituciones siniestras, a las cuales nuestro paseo alucinado en busca de motivos de felicidad les es indiferente.

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liviandad

< Anton Krupicka > es un ultramaratonista de montaña que simplemente ama correr.
Pero ocurre que es muy especial: es un súper deportista (uno de los mejores en el mundo) con un enfoque minimalista, con sencillez de perspectiva, y sobre todo pasión por su disciplina. Y sin embargo, a pesar de ser "un profesional", simplificar su práctica y la vida es lo suyo

Se me viene a la cabeza una reflexión que hace años me ronda:

Para quien realmente ama hacer algo, ese algo no significa una carga.
Quien realmente ama hacer algo, hace ese algo con liviandad.
Quien ama, juega.
Y en quien juega, su desarrollo y aprendizaje es integral y además un gozo creciente.

Es muy común que como practicantes de meditación, nos tomemos este asunto demasiado en serio y nos pongamos rígidos en vez de simplemente jugar y fluir.

Rigidizamos: que cuántas veces al día vamos a practicar, que cuánto tiempo cada vez, que debo lograr esto y aquello, que debo hacerlo bien, que todo tiene que salir perfecto, etc. como si practicar fuese casi un castigo en vez de un disfrute; casi una obligación auto-impuesta en vez de el maravilloso juego de explorar la mente.

Quien juega, ni siquiera piensa en que juega, ni que aprende, ni que se desarrolla, y sin embargo lo hace. Solo juega.

Es menester liberarse de la carga innecesaria, simplificar, y practicar con liviandad.

Yo me decidí a volver a jugar cuando quiera, donde quiera, cuantas veces quiera y por el tiempo que quiera.


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un mar calmo no hace al hábil navegante


Aquellas sesiones de meditación (o aquellas situaciones de la vida cotidiana) en que casi todo es turbulencia, no serán las más placenteras pero sí quizás las más provechosas para el desarrollo de tu habilidad...








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